Hace tres años trabajaba para una empresa con una fuerte responsabilidad social corporativa y dicha empresa colaboraba con una ONG llamada Street Child . Recuerdo el primer evento en el que escuché hablar de ellos. Fue durante un “pub quiz” en nuestras instalaciones. Los participantes pagan por participar y todo ese dinero se destina íntegramente a las actividades de la ONG. Durante la introducción hablaron de Street Child, organización benéfica que realiza proyectos en Africa y Asia  orientados a ayudar a los niños de esas regiones a recibir una educación y a contribuir a que sus familias puedan generar un entorno apropiado para que esos niños acudan a la escuela. ¿Quién me iba a decir que un año después iba a estar en Sierra Leona y Nepal contribuyendo al trabajo de Street Child y corriendo maratones benéficos?
 Street Child no me pareció una ONG al uso que se centra exclusivamente en recaudar dinero y mandarlo a estos países, sino que tienen gente en el terreno que ayuda a las comunidades a salir adelante y ser autosuficiente. A principios de 2016 empecé a realizar actividades para recaudar dinero para Street Child, ya fuera vendiendo tartas y dulces o impartiendo cursos de natación. Conocí a varias personas que habían participado en el maratón solidario que organizan en Makeni y decidí ver de primera mano cómo se utilizaba todo este dinero recaudado. En Mayo de 2016 fui al maratón de Sierra Leona. Antes de la carrera, Street Child nos llevó varios días a comunidades remotas donde aprendimos cómo subsistían las familias (sobre todo, después de algo tan devastador como el ébola) y conocimos más en profundidad la realidad de la mujer en el país.  Recuerdo tener la piel de gallina en todas las conversaciones con los locales. Para acabar esta semana tan intensa, el maratón. Correr 42km en una zona remota con niños acompañándote durante kilómetros (muchos de ellos veían un hombre blanco por primera vez) fue una experiencia única. Al acabar la carrera, pasamos unos días descansando en las playas de Sierra Leona, playas vírgenes con arena blanca y agua calmada.
 También recuerdo la vuelta a casa. Cualquier problema que me encontraba parecía mundano e insignificante. La experiencia que había vivido me marcó para afrontar situaciones que hasta entonces consideraba difíciles. De hecho, me marcó tanto que ese mismo año, en Noviembre, decidí repetir experiencia con Street Child, pero esta vez en Nepal . El entorno fue obviamente muy diferente pero el fondo, el mismo. Ver de primera mano cómo Street Child ayudaba a comunidades devastadas tras el fatídico terremoto de 2015 fue algo impresionante. No sólo echando una mano, por ejemplo, a construir colegios sino también ofreciendo consultoría de negocio a familias que habían visto sus empresas (tiendas de alimentos principalmente) destrozadas. Recuerdo el maratón - con el Himalaya de fondo - como la experiencia deportiva más dura pero también más gratificante a la que me he afrontado hasta ahora. Correr 42 km por la montaña no fue algo sencillo. Después del maratón, pasé un día en Kathmandú antes de volver a casa y me desperté a las 5:30 de la madrugada con un terremoto de 5’4, lo suficiente para romper alguna ventana y tener que ponerme a resguardo. No me puedo imaginar lo que pasarían los nepalíes un año antes con un sismo de 7’8.
 Ambas experiencias me dejaron huella. Considero que todas las personas deberíamos no sólo echar una mano a estas causas desde nuestro sofá sino también ir al terreno y experimentar de primera mano la gran labor que se realiza. Sin duda, no hay mejor manera de hacerlo que con Street Child. ¡Nos vemos en el próximo maratón de Sierra Leona!